La juventud, las ganas de ganar, las consignas... yo me las tomaba en serio. Creía que si resistíamos ganábamos. Teníamos la sensación de que la razón estaba con nosotros y que acabaríamos ganando la guerra, nunca pensamos que acabaríamos nuestras vidas en el extranjero. [...] La decepción de la derrota, el recuerdo “de los compañeros que se quedaban atrás, muchos de ellos fusilados”, se mezclaba entonces con el sueño de que las democracias europeas vencieran al fascismo en la recién iniciada Guerra Mundial.— MARINA GINESTÀ